A principios de este año, en otro verano caluroso y ocioso (ya parecen características inherentes) me hizo caer prácticamente de hocico a ver, yo diría, unas 10 o 15 horas de televisión. Añorando aquellos días vagancia, la carencia de tevecable hacía que, en un estado de irrevocabilidad, conociera la parrilla programática de cada canal abierto. Desde la carta de ajuste en adelante, me transformé en la última hoja del diario. Me enchufé con toda la mierda televisiva posible, programas malos y decadentes que ya ni con claridad recuerdo, más que a penas los dejé de ver por irme de vacaciones con mi familia, fueron cancelados, como si yo fuera la única televidente de todo Chile. Uno de esos programas fue "el juego del miedo", reality de TVN que si duró un mes fue mucho. Decir que era malísimo puede llegar a ser compasivo. El asunto es que uno de los participantes del reality más corto de la historia de la televisión me llamaba mucho la atención. En ningún caso me parecía mino pero si me atraía profundamente y no sabría definir porqué. Era pesado, medio violento y fisicamente solo era muy alto. Lo veía y era extrañísimo, era como como que necesitara saber más de ese estúpido participante.
El programa era realmente malo pero aún yo, conciente de lo malo que era, lo veía religiosamente. Incluso, en alguna oportunidad mientras molestaban a uno de los participantes que sufría enanismo, llegué a sentir culpa por haberme reido de las malas bromas que le hacía ese personaje de reality al cual me sentía extrañamente atraída.
Me fui de vacaciones y pasada una semana, me entero en una pronto por medio de un diario que el reality había sido cancelado y que una de las participantes (no el que me llamaba la atención) lo había ganado casi que por rifa. Mi ausencia, casi como la única persona de todo Chile que veía esa porquería, había hecho que lo sacaran de aire abruptamente. Pese a eso, siempre de alguna manera me acordaba de aquel participante. Era como si me hubiese gustado a alguien por la tele.
Paso el verano, y en los últimos días de febrero una amiga con sus compañeras de colegio me invitaron a Reñaca. En algún momento del viaje en bus, entre una de las cosas que deseé o pensé fue las ganas que tenía de encontrarme con esa persona. A la tercera noche en una disco, lo encontramos en la entrada con mi amiga, lo saludé y si no hubiese sido por su polola, tal vez hubiese bailado con él.
Ahora la pregunta es cómo un deseo así, una weá tan loca como que te guste un wn de la tele y te lo encontrís en un disco pasa. Si sé que este país es una cagá y que eso de los 6 grados de separación en fb en verdad en Santiago son 2 con cuea, pero no deja de sorprenderme cómo en alguna parte de mi cerebro la certeza de que iba a conocerlo se estructuró sin tener ningún fundamento.
No dejo de preguntarme cómo lo hice si es que lo hice (si es que toda esta situación es una mera y mínima coincidencia) y cómo puedo volver a hacerlo.