miércoles, 25 de noviembre de 2009

la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida.

La religión del sabor




Mientras exista la cordura, las fuentes de soda dedicadas al trabajo artesanal de la fabricación de diversos tipos de sángueches se mantendrán incólumes en rincones de Santiago. Este ensayo trata de por qué lomitos, chacareros, completos, hamburguesas, crudos, churrascos y gordas son la mejor opción a la hora de comer, pese a la ponchera y los millones de cánones culinarios y estéticos que nos rodean.


La verdad es que creo en otra vida tengo que haber sido sibarita, o romana en su defecto, pues no hay ninguna otra actividad que me guste más que comer. Malditos aquellos que con hambre y ganas, pueden hacerse esclavos de las dietas y preferir una lechuga hidropónica antes de un plato de tallarines Alfredo o un tarro de atún al agua en vez de un bistec de posta negra bien jugoso y encebollado.

Tablas de calorías, nutrientes, beneficios nutricionales, aceleración de metabolismo y un largo etc. ha pasado a ser una parte fundamental del vocabulario de todos quienes quieran lucir una figura esbelta y tonificada. Miles de afiches publicitarios con otras miles de modelos que bordean la anorexia estimulan en un círculo vicioso el culto a la delgadez. Nutricionistas con cara de histéricas visitan semanalmente matinales para meternos miedo sobre los peligros de la comida y la gordura.

Sin embargo, somos muchos los que no sucumbimos a estas ridículas invitaciones ni paranoias varias. No por nada según el INTA (Instituto de nutrición y tecnología en alimentos) indica que el 60% de la población chilena tiene algún tipo de sobrepeso. Es que la fuerza de voluntad es poca y las ganas de engullir, infinitas.

Afortunadamente he tenido la oportunidad de comer en los más diversos restaurantes tanto, en Chile como en el mundo y pese, a la variedad de sabores y texturas que he catado (desde lo más sencillo como una comida china a un tierno venado canadiense en coñac), sigo prefiriendo a ciegas al familiar ordinario y pobre del arte culinario: Los sánguches, especialmente los chilenos.

Y aclaro la nacionalidad pues en este caso, la diferencia es notable. Un sánguche brasileño siempre tiene gusto a musgos y tierra, los gringos a plástico, los holandeses a grasa y leche y los franceses a papa. No quiero sonar chovinista, pero los chilenos son superiores, definitivamente.

Con una mezcla cultural riquísima (a nivel culinario) como la nuestra, con la religión de la marraqueta (¡bendita seas!) y tierras especialmente fértiles para la producción vegetales de alta calidad, la proliferación de los sángueches en Chile no fue una casualidad. La capital está llena de fuentes de soda de alta calidad como el Dominó, la fuente Alemana y Holandesa, el Lomit’s y, mi favorita, la fuente Suiza; los que con una rigurosidad inalterable gracias recetas hogareñas y una tradición de años logran hacer de cualquier sánguche una maravillosa experiencia.

¿Acaso es comparable esa mayonesa suave y amigable untada con un lomito jugoso que cortado en trocitos perfectos se une rodajas de fresco tomate en una marraqueta tibia con una Bic Mac? ¿Puede igualar acaso un italiano tomate mayo a un escuálido plato de sushi con un tazón de mizo? ¿Llegará alguna vez a ser tan increíblemente delicioso disfrutar del desarme de un chacarero enjundioso en porotos verdes como el de la de la comida de deconstrucción? ¿Se resistiría a una hamburguesa casera, a una gorda bien hecha, a una marraqueta que, crujiente, invita a darle un mordisco?

Sin embargo, aunque estos locales estén llenos de tradición e historia, la modernidad también se ha colado entre sus cocinas y recetas. Nadie podría alegar siquiera que estos locales no evolucionan ni se adaptan a los nuevos tiempos; al contrario, ese ha sido el secreto de su éxito.

Los as son un ejemplo de la constante renovación a la que son víctimas sus cartas. Como un nuevo tipo en modalidad completo, los asses conquistan por sus ingredientes, los que combinados a gusto del cliente dan lo mejor de los sángueches estrellas: el completo y el churrasco.

Los sángueches son democráticos, libres, a prueba de mañosos, sinceros, poco siúticos, sencillos, económicos. Son fácilmente queribles, increíblemente seductores. Me encantan porque no son ridículos como esos platos de puré con prietas que venden a 10 lucas restaurantes tan aspiracionales como el Liguria.

Me gustan porque se presentan humildes, sin expectativas ni nombres en dos idiomas. Porque tienen identidad y carácter, porque te dan la opción de comerlos con o sin servicios, porque son la expresión máxima de la gula y porque cada vez que veo a una flacuchenta y siento una incipiente ola de envidia, recuerdo cada mordisco y le encuentro sentido a mis rollos.

Los Hanson poh


  1. Won't you save me?
  2. 'cause saving's what I need
  3. I just wanna be by your side
y mi primera sonrisa la regalé sin pensarlo a un hombre que cantaba el negro bembom