Con un déficit atencional diagnosticado por mi madre, las ideas en mi cabeza generalmente se mueven sin mucha relación entre sí. El hilo conductor de ellas puede pasar por el gato de Schrodinger, la revolución francesa, algún dato hollywoodense aprendido en Pérez Hilton y la letra de calle 13. Casi nunca ando sin celular ni sin música, la cual es variada e inclasificable. Canto generalmente en la micro y saludo a los choferes de buenos tardes aunque sean las 8 de la mañana. Me cansé defender el Transantiago y sin duda alguna, no quiero tener de presidente a un huevón que se cortó las bolsas de los ojos (quedó como sus bolsas sin sus bolsas, a todo esto). Tengo pocos amigos, más bien me considero bastante selectiva a la hora de amistar. Soy súper ilusa e ingenua. Intento erradicar ambas características de mi personalidad por los desastres que han causado, pero no puedo hacerlo. Creo que soy la única persona en Chile que no quiere que el Coca Mendoza gane 1810 y feliz colgaría a Enrique Iglesias de su asqueroso lunar para que muriera lenta y dolorosamente. Hasta hace seis meses no comía chocolates ni nada con cacao, y hasta ahora no lo hago con el placer que todo el mundo lo hace. Desayuno leche descremada desde los seis años y me gusta un niño que llega diez para las ocho los lunes y los miércoles al mismo paradero que yo. Me gusta leer pero hace tiempo no lo hago como debería. Cuando chica me fasciné con todas las historias de Franz y con Bukowski (mi mamá me lo leía censurando partes, supongo); en el colegio, García Márquez me encantó con historias que me hacen querer visitar Colombia y hablar con ese acento cantadito con el que hablaban en “Betty, la fea”. Generalmente me paso rollos con todo lo que me dicen, me podría clasificar dentro del grupo de personas que exageran las cosas y pierden un poco la perspectiva. Lucho contra eso día a día, así como lo hago con mis ansias de comer hasta reventar. Estoy cada día más incrédula y contrario a mis deseos, soy más sensible de lo que quisiera. Hay días en los que no creo en dios y si me lo encontrara en la calle le escupiría por cada corazón roto en este planeta. Hay otros días en que si me lo topara le daría ánimos y me avergonzaría por errores que he cometido. Mi papá derrochó toda su creatividad en mi infancia haciéndome todos los disfraces, incluso los más inéditos: como hada madrina en la cenicienta, mando a hacer una varita mágica de acero inoxidable de medio kilo; me vistió de flor con un buzo verde y pétalos de papel corcheteados en la cabeza y para finalizar, fui una cuchara llena de papel Alusa. Me rompen el corazón fácilmente, me gustan mucho las ideas de la física cuántica, tengo un Edipo que cada día supero, le tengo terror a dos facultades de esta universidad. Detesto Fantasilandia (en realidad toda esa cuadra), tengo un blog en el cual escribo puras cosas cursis (relacionadas con esas facultades que no quiero pisar) y visito todos los días el portal Zancada. Me molesta la gente histérica, me parece infinitamente ridícula. No puedo beber mucho y en caso contrario, mi hígado se manda una pataleta de aquellas. Me avergüenzo de mis faltas ortográficas. No soy antisemita pero me molesta profundamente la política israelí. Admiro a los ingenieros. No soy palestina ni islámica pero me llama demasiado la atención esa cultura. Cada vez que alguien dice que quiere conocer España pienso que es lindo, pero que es tan igual a Chile, y que por eso mismo, uno se siente como en casa. Soy adicta a Doctor House y estoy segura que en persona no lo soportaría ni un solo segundo. Detesto que me mientan pero jamás voy a encarar para decirte que lo estás haciendo. Tengo una relación de amor odio con Luis Fonsi. Cuando era adolescente era más madura que ahora. Estoy súper poco en paz conmigo. Creo en el destino y en que soy inteligente, no obstante, la mayoría de mis amigos lo son más que yo. Digo y escribo wn y wna para empezar y terminar una oración. Estoy aterrada estudiando esta carrera porque me gustan las cremas y perfumes caros, no soportaría tener que echarme Nataly’ Botanics ni sus sucedáneos. Admiro secretamente a Pamela Díaz y a Nelson Mauri por haber parado la olla de su casa a los 16 años y sus 350 puntos en la PSU. Esa prueba aún me tiene frustrada. De séptimo a cuarto medio me gustó un compañero de curso que me insultaba todos los días. Las únicas veces que me echaron de la sala fue por su culpa. Me carga la gente que habla lento o con un acento extraño. Siempre malpienso todo y frecuentemente me dan ataques de risa. Me encanta bailar aunque nunca haya ganado ningún concurso en la semana del colegio. La única vez que me han pegado fue porque traté de loca a mi mamá. Amo a mi abuela por sobre todas las cosas. Siempre escribo “haber” en vez de “a ver” por MSN. Me tengo prohibido escuchar un cd de Death Cab for Cutie. Puedo poner atención a tres conversaciones al mismo tiempo. Quiero tener hijos. Tengo buena memoria pero soy despistada. Me llamo Francisca, igual que otras dos niñas en el curso. Creo que soy la más fea de las tres.
trabajo para la u, crónica y entrevista